domingo, 9 de octubre de 2011

Thun

Sentada aquí contigo, este bar en el que no he estado nunca se convierte en un lugar común, y no entender al camarero y hacer el ridículo pidiendo un café cortado con gestos, merece la pena solo por verte reír.
Si tú me lo pidieses no sería difícil abandonar a mis pocos amigos, mi habitación, mis costumbres y las calles familiares, para venir a este territorio que es neutral en la historia del mundo, y aprender una lengua que nos es ajena a ti y a mí.
Si de esta casualidad que nos ha traído a sentarnos frente a frente, provocásemos el accidente que nos hiciese compartir lo que nos queda de vida, los dos  olvidaríamos cuantas veces nos han hecho daño y lo mal que nos han ido las cosas. Comprenderíamos que  los amores perdidos han sido el  camino necesario para llegar hasta nosotros, a este momento, en este lugar.
Si me propusieses empezar contigo no tendría miedo al duro invierno de este país, porque al alcance de mi mano, en cualquier momento, estaría el calor de tu cuerpo, y si pudiese encontrar todos los días, antes de acostarme, esa mirada con la que ahora me observas, no volvería a echar  de menos el mar.
Me gusta que esta ciudad nos invite a fantasear con la idea de querernos,  y caminando por sus calles a oscuras pienso que en el fondo es una suerte que ninguno de los dos seamos de aquí, y que mañana cojas ese avión de vuelta a tu casa,  y no tengamos tiempo para decepcionarnos.
Si no hubieses llegado aquí con pasaporte podríamos  darnos cuenta de  que en realidad no tenemos demasiado que compartir. Quizás descubriría que no eres tan distinto de los otros, que los días de diario no te muestras tan cariñoso, o que tu sonrisa pierde su encanto a plena luz del sol. Tu repararías en que mis ojos no te gustan tanto  sin la línea negra sobre el párpado, y que no se trata del  idioma, si no de que no soy tan simpática y lista como crees. Si te quedases conmigo estoy segura de que al  tercer lunes ya estarías cansado de mí.
Pero en el aquí y ahora sabemos el uno del otro solo lo necesario para  que la primera luna de octubre  nos empuje a idealizarnos. Porque es mejor pensar que la soledad que nos espera es causa del destino y no culpa nuestra.
Así que esta noche la realidad se queda en el equipaje; yo soy la mujer de tus sueños y tú el amor de mi vida. Y solo por ti voy a romper  ese luto que desde hace meses no ha dejado que nadie se acerque a mi.
En el puente del mercado te paras  y me abrazas,  me pides que vaya despacio, que no tenga prisa, porque necesitas que este paseo no se acabe  y que hay muchas cosas que quieres saber de mi.
Y yo levanto la vista y te digo que no, que no podemos perder el tiempo, porque la vida nos ha dado solo una noche, y yo lo que quiero, es que me lleves cuanto antes a tu hotel.

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