miércoles, 25 de enero de 2012

Sssssssss

Sobre ese suelo suelta sus sandalias, sobre esa silla su sombrero. Se sienta, sereno. Sonríe seguro, satisfecho. Soy sirena seducida soterrando  soberbia. Subestimé su soltura silbando sonetos.
Se sitúa. Sagaz señalo sus senderos, subo surcos serpenteantes, sigo sencillos sonidos… Sucumbo. Salto salvaje sobre ese serafín suntuoso.
-Sumérgete- suplico
Sacio su sed segregando salvia, saboreo su saliva (singular sacarina), sudamos sándalo, sangramos secretos… Somos seísmo sin sortilegio, sin salida.
Sentimos sofoco, saturados. Sin separarnos, sobre suaves sábanas satinadas soñamos sustos sórdidos; sucios sátiros sobando senos, seis soles secos, sanguijuelas sarnosas, sarpullidos seborreicos, Satanás sacrificando siete santos…
-¡Sálvame, sálvame!- solloza.
Silencio…
Suspiro, sospecho su significado, sorbo  salitre.
Seré solvente, esa secuoya, su sansón. Soplaré sobre su sesera, sacudiré sus sospechas, saldrán siempre.
-Sssshhhh. Sosiégate, sigue soñando- susurro
Sí, soy simple;
Sin su sonrisa solo siento soledad.




martes, 24 de enero de 2012

Avalanca

(Literatura lúdica creativa; la peculiaridad de las estrofas es que cada palabra tiene una letra más que la anterior, creando pequeñas "avalanchas")

o
tu
vas
como
quien
quiere
siempre
o
yo
soy
cual
tonta
quizás
ingenua
a
ti
voy
tras
vagas
noches
insomne
y
de
tus
ojos
presa
oscuro
reclamo

miércoles, 11 de enero de 2012

Enero

Enero es la sucursal de un banco en quiebra,
otro giro de un reloj de arena, sin agenda ni proyectos,
el lastre de sacar de una maleta el equipaje apenas puesto;
las pocas ocasiones para desprenderse del pijama,
la ropa y las ojeras con etiquetas.
Es el buzón sin noticias de que existo
más allá de mis costuras,
vomitando facturas de regreso a casa,
y la cuenta vacía…
y un felpudo que no me dice  “bienvenida”.
Detrás  del vaho de los cristales
la misma escarcha que en la cama,
y  café instantáneo para desayunar expectativas,
si  me tiemblan la mano y las pupilas.
El tedio de una tarde que cae
como cualquier otra tarde  en el sofá,
sin deshielo ni desgaste de estaciones,
sin avance que me arrastre
en dirección “ La primavera”.

Pero este enero es más enero todavía,
con la certeza (implícita e hiriente)
de que no vas a estar al doblar la esquina.




martes, 3 de enero de 2012

Feliz año nuevo, mundo.

Con el eco de la última campanada  resonando, y la boca llena de uvas, mientras lloro de risa porque alguien se ha atragantado,  brindo por el  año nuevo. Y pienso que en ese momento  Mati, Giulana y Federica estarán haciendo algo parecido en Torino, a donde se han desplazado desde varios rincones de Italia, para celebrar la noche vieja juntas.
Hace mucho que no las veo. También hace mucho que no veo a Solveig, que apenas duerme, porque tiene insomnio, y  me las presentó en una de sus inagotables noches de fiesta. Ahora está recibiendo el año a varios grados bajo cero en Oslo, donde sufre noches de veinte horas.
También en Oslo está Morten, al que le debo un café que no pudimos tomarnos antes de que se fuera. No sé si saldrá  o se quedará en casa viendo los saltos de esquí, pero de lo que estoy segura es de que ha recibido el nuevo año mascando su tabaco.
Me acuerdo entonces de Alex, que se encuentra  cerca de Paris. No lleva bien la soledad, y necesita estar  rodeado de gente, por eso en su piso siempre había reuniones, cenas o fiestas. Habrá terminado el 2011 bebiendo chupitos con muchos amigos, y puede que incluso preparase algún kalimotxo para cenar.
La que no sé si habrá cenado con alguien es Annet. La última vez que hablamos me dijo que estaría sola en Navidad, porque su prometido no podía viajar hasta Holanda. Pero Annet es demasiado encantadora para estar sola, así que estará haciendo las delicias de su compañera de piso, dando la bienvenida al año con su increíble voz. Cuando cantaba todos nos callábamos.
A la una de la mañana estallan los últimos fuegos artificiales de mi barrio y me doy cuenta de que en ese momento son las doce en punto para Robert, que está en las afueras de Londres, y que también canta, y  nos amenizó muchas veladas con las versiones que hacía con su guitarra.
Con mi vestido rojo nuevo y haciendo resonar los tacones, camino hacia la fiesta a la que me han invitado ajena a la euforia y al ajetreo de las calles. Voy pensando en lo maravilloso y extraño que es el mundo en ocasiones; hace meses compartía cañas, plazas y cocina con personas con las que ahora no comparto clima, horario, estación  o fecha. Para mí ya es uno de enero cuando algunos de mis amigos están aún con la última cena del año.
A las tres de la mañana, justo cuando suena “el bamboleo” y los que están más borrachos se vienen arriba, Luis reparte besos y abrazos en Cuiritiva, y Gabriel, en manga corta y puede que vestido de blanco, acaba de decir adiós a diciembre desde alguna playa de Sao Paolo. Un lunes por la noche me invitaron a sentarme con ellos en su mesa, y ya no nos volvimos a separar.
Celebrándolo cerca de ambos están Beto y Raquel. Les conocí el día que  vinieron al cumpleaños de Luis en el piso que Gabriel y él compartían con Alexandre.
Una hora más tarde, a las cuatro, cuando la chica borracha que se ha dormido sobre los abrigos de los invitados vomita en la moqueta, Ana Laura, que también vino al cumpleaños, está brindando en Pernambuco.
Un grupo nos cansamos de la fiesta y decidimos continuar la celebración en los bares. En la calle llueve, el semáforo se pone en verde exactamente a las seis. En ese momento es año nuevo para Cali, en Lima. Seguro que allí no llueve, la noche es agradable, y ella, que habrá ido con su cámara a cuestas, como hacía siempre que salíamos, estará haciendo un montón de fotos preciosas.
También a las seis, pero de regreso al invierno, besando a otra, como manda la tradición del país, estará recibiendo el año nuevo en Boston, un muchacho alto y flaco de ojos verdes, que me habrá olvidado ya.  Se cruzó en mi vida otro lunes por la noche, en el mismo bar donde conocí a Luis y a Gabriel. Volvió mi mundo patas arriba, me hizo feliz y se despidió de mí. Le imagino tocando una de sus últimas composiciones. No tengo manera de desearle “Feliz 2012”, pero espero, mi cariño, que todo te vaya bien, que te encuentres a salvo, que no te hagan daño, que te abrace un amigo, que no vuelvas a esconderte, que pierdas el miedo a dormir, que no tengas dudas, que alguien te haga sentir tan único como tú  a mi…
En el bar un tipo se acerca para preguntarme quienes son los amigos que vienen conmigo. Con mi listado de deseos en dirección a la costa este de Norteamérica  no me he dado cuenta de que se han ido a la barra o al servicio y me he quedado sola. El chico suelta una retaila de tópicos que son un claro intento, un tanto desesperado, de empezar el año enrollándose con alguien, pero yo tengo la cabeza a miles de kilómetros de aquí. Acaban de dar las siete, y en Manitoba   empieza el año Benoit, que me descubrió en una cena, aguantando mis burlas,  por qué el curling es un gran deporte. La última noche que nos vimos bebimos tantos diablos rojos, que borracho como una cuba, me cantó al oído “bésame mucho”, es su  canción preferida, con la que su profesora le enseñó a pronunciar bien español.
A las ocho de la mañana, los tres últimos supervivientes de la fiesta decidimos que es hora de irnos a desayunar. Buscamos una cafetería para tomar chocolate con churros mientras para Annie la noche acaba de empezar en Idaho, a donde se ha mudado hace poco para retomar sus estudios. Regresó a Estados Unidos de manera precipitada, después de que en una visita a Londres la detuvieron en el aeropuerto. En España ya no le renovaban el permiso porque se había quedado sin trabajo, así que adelanto su billete de vuelta y celebró una  despedida donde conocí a Solveig y Morten.
Después de los churros decidimos que ya es hora de retirarnos a casa. Cuando nos despedimos están dando las nueve, y en Palo Alto, California, el 2012 comienza para Anna. Coincidí con ella  frente a la puerta de un cine en que proyectaban Casablanca. Acababa de aterrizar en España y le mostré la ciudad. Al día siguiente le enseñé a comer pinchos y lo que era la sangría. Hace un par de semanas dio la noticia de que esperaba un bebé.
Regresando a casa paso por alto mi dolor de pies, las botellas rotas en la acera, los borrachos vomitando en las farolas o que apenas me quedan tres horas para dormir, porque a la una tengo que prepararme para la comida familiar. Nochevieja ha sido una fiesta continua dentro de mi cabeza en la que he tenido el privilegio de celebrar, prácticamente a cada hora,  saltando del invierno al verano, el año nuevo, en un país diferente, brindando con mis amigos.
A las diez y media, justo cuando me bajo la cremallera del vestido rojo, llego a una conclusión;  haciendo un repaso de  las personas que he conocido, después de todo, el 2011 ha sido un gran año.