domingo, 2 de diciembre de 2012

Merece la pena



                               Para A.
Vale la pena que a final de mes no cuadren las cuentas,
hacer con prisa el equipaje,
salir de casa a media noche,
arrastrar sobre la escarcha una maleta,
hipotecar horas de sueño,
cambiar de clima y de paisaje,
numerar las legañas de la luna tras el cristal tintineante
de un autobús que en medio de la niebla,
robárselas y prendérmelas en las ojeras,
pasar más de seis horas con la mirada perdida
en la oscuridad de su cielo.
Vale la pena el pelo revuelto y el dolor de huesos,
morderse en el trayecto las ganas de quitarse los zapatos
y desabrocharse los vaqueros.
Llegar al desamparo de una estación de madrugada
que rebosa silencio,
el devenir de los  pasajeros sin ajetreo,
la escasez de despedidas y reencuentros,
la falta de ojalá regreses pronto o cuanto te he echado de menos.
Merece la pena…  
                     tan solo porque tú esperas en el andén
                                                               para desayunar conmigo.  

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