Me inventado el nombre de las cosas. He rebautizado el mundo por ti.
En la ciudad los edificios históricos han perdido su identidad para que yo trazara mi propio mapa donde todo hace referencia a nosotros; esta es la plaza donde quedábamos, en esta esquina siempre nos encontrábamos, en este edificio estudiabas y en el pórtico de esta iglesia me esperabas los lunes a que saliera de mi clase.
Los viernes por la noche me cito en el bar donde nos conocimos o en la calle donde me besaste por primera vez, y las horas se me pasan esperando a unos amigos que no saben a donde acudir.
Nadie entiende a que me refiero cuando en la barra pido las tapas que te gustan. En el restaurante donde me invitaste a cenar quiero tu plato favorito, el vino con el que celebramos habernos encontrado y el postre que nos tomamos a medias, pero el camarero me mira con cara extraña y me dice que mejor me ciña a lo que hay en el menú.
De vuelta a casa el taxista comenta que en el GPS no figura como dirección tu cama, y que otra vez voy a desayunar sin ti. Regreso silbando la canción que me tarareabas por la avenida en la que me llevabas del brazo, sin que me acompañe cualquiera que no es tú, y la habitación donde nos desnudábamos se vuelve entonces, a secas, mi cuarto.
Piensan que estoy loca cuando digo que voy a cocinar en nuestro salón de baile.En la biblioteca no saben que darme cuando busco el último libro que has leído o un ejemplar de tu poeta de cabecera, y nadie más ha visto las películas, o no reconocen el título, del cine que compartimos tú y yo.
En las tardes de otoño la hojas se vuelven del color de tu iris y en la perfumería no saben que hacer cuando les pido una muestra de tu olor.
Ya nadie me entiende cuando hablo… por tu culpa me estoy quedando sin amigos.
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